La ONU estima que más de 8.000 civiles han fallecido, aunque también asume que la cifra real es considerablemente mayor.
Autoridades y pobladores de distintas ciudades ucranianas recodaron y homenajearon hoy a civiles y militares muertos en la guerra con Rusia, iniciada hace un año.
Algunas de las ceremonias más notorias tuvieron lugar en Bucha, una ciudad próxima a Kiev en la que el Gobierno ucraniano afirmó que hubo crímenes de guerra cometidos por las fuerzas invasoras, denuncia que fue rechazada de plano por el Kremlin.
En la iglesia San Andrés, de Bucha, una pequeña exposición fotográfica recuerda escenas de horror vividas en esa ciudad situada en la periferia noroeste de Kiev, la capital ucraniana.
Junto al edificio, aún parcialmente en obras, fueron enterrados en su momento en una fosa común las víctimas de la ocupación rusa, antes de la liberación de la ciudad por las fuerzas ucranianas a fines de marzo.
«Nos hemos reunido para recordar los crímenes rusos, el terror», declaró un sacerdote ortodoxo en una ceremonia organizada «por la paz en Ucrania y por sus defensores», ante un centenar de parroquianos, reprodujo la agencia de noticias AFP.
Bucha se convirtió en el símbolo de los crímenes de guerra atribuidos a Rusia por Kiev, que anunció el hallazgo de centenares de cadáveres de civiles en la zona.
«Permanecimos aquí, con mi mujer, durante un mes, durante la ocupación. No nos movimos, vimos todos esos horrores», contó a la salida de la iglesia Serguii Zamostian, un profesor jubilado de 62 años.
«En el cementerio ya hay más de 50 de nuestros soldados y 450 civiles fusilados. ¿Por qué?», se preguntó Zamostian, que dijo confiar en la «victoria» de Ucrania en la guerra.
A unos 700 kilómetros al este de Bucha, Kramatorsk también ha enterrado a sus muertos. Esa ciudad de la cuenca minera del Donbass se encuentra cerca del frente y de Bajmut, que los rusos tratan de conquistar desde hace meses.
Mijailo Sikirin fue enterrado en las últimas horas en un ataúd con los colores amarillo y azul de Ucrania.
Miembro de la Guardia Nacional, murió a los 30 años en un bombardeo el 18 de febrero en Shipilivka, en la región de Lugansk.
«Murió por la independencia y la soberanía de Ucrania», declaró el sacerdote frente a la tumba: «Es el mayor sacrificio al que todo hombre aspira», añadió.
Tres de sus compañeros dispararon al unísono sendos tiros al aire. «Gracias a los actos de estos soldados estamos aquí, a salvo y con vida», dijo el sacerdote.